BIBLIOTHECA AUGUSTANA

 

Gustavo Adolfo Bécquer

1836 - 1870

 

La ventá encantada

 

Acto primero

 

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Escena VII.

 

Sancho, D. Quijote, armado de todas armas y con la bacia ó yelmo de Mambrino en la cabeza, baja por las cuestas practicables y llega hasta el proscenio. Sancho le sigue, despues de dejar á Rocinante atado á un árbol.

 

Quij.

¡Oh! vuelve, Sancho, vuelve á repetirme

qué te dijo la dueña de mi alma.

Sancho.

(Mentir sobre mentir... y yo que apenas

recuerdo del embuste una palabra...

Vamos.) Señor, cuando dejé estos montes

eché á andar... eché á andar... á andar.

Quij.

(Impaciente.)                                         Y ¡Vaya!

llegaste al fin, y basta de andadura.

Sancho.

Es que anduve... y anduve, y...

Quij.

Pero acaba,

que mas que tú anduvistes me impacientas.

Sancho.

Despues de tanto andar llegué á su casa.

Quij.

Su palacio dirás.

Sancho.

Si era palacio

se trasformó en corral á mi llegada.

Quij.

¡Á tí te pareció! ¿Cómo, no vistes

por sus torres las nubes desgarradas?

¿No oiste el ronco hervir con que sus fosos

llena un rio en gigante catarata?

¿La trompa no escuchaste que en sus muros

bramar hizo un enano á tu llegada?

Cuando ya en los salones penetrastes,

en que la muchedumbre cortesana,

océano de luz, de oro y de perlas,

se agita en brilladoras oleadas,

¿admirados curiosos no decían,

volviendo el rostro adonde tú pasabas,

ese es Sancho... ese es Sancho... el escudero

del sin par don Quijote de la Mancha?

Sancho.

(De tanta historia y tanto disparate

que me ahorquen si he dicho una palabra.)

Quij.

Pero no es eso, no, lo que pregunto:

lo que quiero me digas, lo que el alma

está impaciente por saber, es cómo,

cómo la hermosa, y mas que hermosa ingrata

te recibió. ¿Qué hácia? Tal vez era

la hora de dejar la pluma blanda,

y puesta ante el espejo, su hermosura,

causa de tantos males, contemplaba.

Plumas, oro, diamantes le ofrecian

cien doncellas, en torno arrodilladas,

quemando mirra y perfumado aloe

en anchas copas de coral y plata.

Ó tal vez melancólica y amante

con oro y perlas la celeste banda,

que habia de ceñirme en un torneo,

con sus manos bellísimas bordaba?

Sancho.

Señor, ó soy un topo, ó los encantos

que ha tiempo nos persiguen, por desgracia

á la pobre señora, sin haberlo

comido ni bebido le dan carda.

Quij.

¿Por qué?

Sancho.

Porque al llegar ni vi palacio,

ni doncellas, ni pajes, ni... En fin, nada.

Yo entré por un corral, y con asombro,

sudosa y algun tanto fatigada,

media hanega de trigo en un arnero

ví que alegre cernia vuestra dama.

Quij.

¡Trigo!!... perlas serian: ó á lo menos

si trigo, candeal.

Sancho.

No, por mis barbas,

que era trigo y rubion, de lo mas malo.

¡Cuando os digo, señor, que está encantada!

Quij.

¡Hubo un dia jamás, un solo día

en que aleve mi dicha no turbara

ese maldito encantador?... Prosigue,

prosigue, Sancho...

Sancho.

Pues, señor, contaba

que cerniendo la hallé: le hice un cumplido,

y sin dejar su ocupacion, la cara

desdeñosa volvió, como diciendo:

¿qué se os ofrece, hermano?... Yola carta

al punto le mostré y...

Quij.

(Interrumpiéndole.)    ¡Ah! dí: en su pecho

la estrecharia amante, con sus lágrimas

la bañaria, á sus divinos labios...

llevándola despues la be...

Sancho.

(Interrumpiéndole y con mucha calma.) No; nada,

ni la besó, ni la estrechó. Me dijo

asi... con una voz un poco áspera.

Hermano mío, al que leer no sabe

una majaderia es traer cartas,

porque es dar al que no tiene narices

un pañuelo riquísimo de Holanda.

Quij.

Sancho, este encantador que nos persigue

siempre que pone el dedo es en la llaga:

por eso á mí me hiere en Dulcinea.

Sancho.

Y á mí me busca el flaco en las espaldas.

 

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CANTO.

 

(Se oye á lo lejos el sonido de un caracol, al que responden otros en distintas direcciones.)

Quij.

De una guerrera trompa

escúchase el clamor;

tal vez anuncie el eco

de su sonora voz,

que llega esa princesa

que implora mi favor.

Sancho.

(Que ha ido al fondo vuelve apresurado.)

Señor, entre una nube

de polvo, en un bridon,

se acerca un escudero,

sin duda portador

de algun real mensaje.

Mas vedle... ya llegó.