BIBLIOTHECA AUGUSTANA

 

Gustavo Adolfo Bécquer

1836 - 1870

 

La ventá encantada

 

Acto tercero

 

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Escena XI.

 

Dichos, Lucinda, que aparece en la puerta de la venta con una daga en la mano.

 

Luc.

¡Atrás!!

Todos.

¡Ah!

Luc.

Todo lo he oido.

Tuya es su vida,

y con la suya

tambien la mia;

mas no es la vida

la voluntad.

Y si á una dama

cual yo en su fama

quereis manchar,

mal, don Fernando, me conoceis,

porque primero la que aqui veis

morir sabrá.

 

Á UN TIEMPO.

 

Luc.

Cardenio mio, tú morir debes;

(Echándose en sus brazos.)

mas yo contigo quiero morir.

Card.

Lucinda mia, yo morir debo;

mas huye y déjame solo morir.

Dor.

Cual yo te adoro, ella le adora.

Fernando, duélete de ella y de mí.

Fern.

(Orgullo mio, ven en mi ayuda,

ven estas lágrimas á combatir.)

Coro.

Con una seña que nos hagais

nos hallaremos lejos de aqui.

 

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HABLADO.

 

Fern.

Basta, basta. Por mi honor

que ser noble he de saber

y nadie me ha de vencer

en grandeza ni en valor.

Aunque cual humo se pierde

mi lisonjera esperanza,

soy noble leon que avanza,

no bajo reptil que muerde.

Preciándome de valiente,

nada se me dá por nada:

ni evito el cruzar mi espada,

ni á nadie inclino la frente.

No conozco ley ni fuero:

nada á intimidarme llega;

todo ante mí se doblega

con solo decir «lo quiero».

Mas viendo en vosotros hoy

tan elevado heroismo,

me he replegado en mí mismo

para recordar quién soy,

y veo con emoción

que aunque es grande mi fiereza,

á nadie cedo en grandeza

de alma y de corazon.

No habeis de dejarme atrás

cuantos os hallais aqui.

Yo soy orgulloso, si;

pero villano, jamás.

Tengo á tu vida derecho,

mas no te quiero matar;

que aun puedes dicha alcanzar

de un buen amigo en el pecho.

(Abraza á Cardenio.)

Lucinda, para quien yo

llegué á hacerme tan odioso,

vuelva al lado de un esposo

que el cielo le destinó.

Todos.

¡Fernando!

Fern.

Y tú, Dorotea,

dá al olvido mis desmanes;

justo premio á tus afanes

mi mano de esposo sea.

Dor.

¡Fernando mio!

Fern.

Ahora yo

declaro que cedo aqui

voluntariamente, si;

pero por la fuerza, no.

Luc.

Es igual: nuestro placer

término nunca tendrá.

Fern.

Ni el mio, pues cumplí ya

con el amor y el deber.

(Se oye dentro un canto muy lejano, como el preludio del coro que sigue.)

(Se oye en el interior de la venta el coro siguiente, con acento lúgubre y misterioso. Cuando termina salen los personajes precedidos de Sancho.)

 

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MUSICA.

 

Coro.

Miserere, miserere

de este noble paladín.