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Escena IV.
Dichos, Sancho, D. Quijote, montado en rocinante.
Quij. |
Sostenme, Sancho, el estribo,
que pues me lo ruegas tanto, (Se apea.)
hablaré á esos mensajeros.
Ten de la brida al bizarro
rocinante, que esto potro,
fogoso aun mas que gallardo,
es capaz... |
Sancho. |
De caerse muerto. |
Quij. |
¿Qué dices? |
Sancho. |
Que estoy al cabo. |
Quij. |
Salud, señores. |
Cura. |
Salud
al mas apuesto y mas bravo
caballero andante. |
Quij. |
¡Basta!
Ya vuestro mensaje aguardo. |
Cura. |
La hermosa y noble princesa
que habita en este palacio
rendidamente os suplica
que os entregueis al descanso. |
Quij. |
¡Oh! No, señor capellan. |
Cura. |
El dia está ya cercano
y pasó todo peligro.
Ademas, es su mandato. |
Quij. |
Pues mi señora lo manda,
á obedecerla obligado
me encuentro, por ser quien soy. |
Cura. |
Pues vamos adentro. |
Quij. |
Vamos. |
Sancho. |
Yo te contaré, mi rucio,
mis miedos y sobresaltos,
que tú guardas mis secretos
y á mí me matan si habio.
(Entran en la venta y á poco sale el Coro.)
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