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Romancero general
1600
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Selección:
Amada pastora mía
Por las riberas famosas
De una recia calentura
Contemplando estaba Filis
El tronco de ovas vestido
Llenos de lágrimas tristes
Mil años ha que no canto
Después que acabó Belardo
Hortelano era Belardo
Dulce Filis, si me esperas
Al pie de un roble escarchado
Ay, amargas soledades
El lastimado Belardo
Cuando las secas encinas
Di, Zaida, ¿de qué me avisas?
Mira, Zaide, que te digo
Sale la estrella de Venus
Ensíllenme el potro rucio
Apartaste, ingrata Filis
Después que rompiste, ingrata
Gallardo pasea Zaide
«Amada pastora mía,
tus descuidos me maltratan,
tus desdenes me fatigan,
tus sinrazones me matan.
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5 | A la noche me aborreces
y quiéresme a la mañana;
ya te ofendo a medio día,
ya por la tarde me llamas;
agora dices que quieres,
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10 | y luego que te burlabas,
ya ríes mis tibias obras,
ya lloras por mis palabras.
Cuando te dan pena celos
estás más contenta y cantas;
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15 | y cuando estoy más seguro
parece que te desgracias.
A mi amigo me maldices
y a mi enemigo me alabas;
si no te veo me buscas,
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20 | y si te busco te enfadas.
Partíme una vez de ti,
lloraste mi ausencia larga,
y agora que estoy contigo
con la tuya me amenazas.
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25 | Sin mar ni montes en medio,
sin peligro ni sin guardas,
mar, montes y guardas tienes
con una palabra airada.
Las paredes de tu choza
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30 | me parecen de montaña,
un mar el llegar a vellas
y mil gracias tus desgracias.
Como tienes en un punto
el amor y la mudanza,
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35 | pero bien le pintan niño,
poca vista y muchas alas.
Si Filis te ha dado celos,
el tiempo te desengaña,
que como ella quiere a uno
|
40 | pudo por otra dejalla.
Si el aldea lo murmura,
siempre la gente se engaña,
y es mejor que tú me quieras
aunque ella tenga la fama.
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45 | Con esto me pones miedo
y me celas y amenazas:
si lloras, ¿cómo aborreces?
y si burlas, ¿cómo amas?».
Esto Belardo decía
|
50 | hablando con una carta,
sentado al pie de un olivo
que el dorado Tajo baña.
*
Por las riberas famosas
de las aguas de Jarama,
junto del mesmo lugar
que Tajo las acompaña,
|
5 | alegre sale Belardo
a recibir justa paga
de tantos años de amor,
celos, temor y mudanza.
¡Dichoso el pastor que alcanza
|
10 | tan regalado fin de su esperanza!
Vase a casar a su aldea
con Filis su enamorada,
que se la entrega su padre
después de tantas desgracias.
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15 | Contento lleva el villano,
por los ojos muestra el alma,
que al fin de tanta fortuna
promete el cielo bonanza.
¡Dichoso el pastor que alcanza
|
20 | tan regalado fin de su esperanza!
No va como suele a pie,
ni lleva toscas abarcas,
de pieles de lobo muerto
tintas en sangre de vaca,
|
25 | zapatos blancos picados,
media verde lagartada,
botones de vidrio y fuego,
porque se los dio su dama.
¡Dichoso el pastor que alcanza
|
30 | tan regalado fin de su esperanza!
Va caballero brioso
en una yegua alazana,
la silla lleva de frisa,
y de hiladillo la franja,
|
35 | sombrero nuevo de feria,
capa de capilla larga,
con un sayo verde escuro,
agironado de grana
¡Dichoso el pastor que alcanza
|
40 | tan regalado fin de su esperanza!
Va amostrando en el vestido
las esperanzas del alma,
tan cerca ya de cumplirlas
como tardías y largas.
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45 | Guardadas lleva en el seno
de Filis todas las cartas,
que si son obligaciones
quiere pagar y borrallas.
¡Dichoso el pastor que alcanza
|
50 | tan regalado fin de su esperanza!
Llegó Belardo a la villa
y de su suegro a la casa,
sale a tener el estribo
mientras de la yegua baja.
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55 | Filis, abiertos los brazos,
marido y señor le llama;
él, señora y dulce esposa;
besóla y ella lo abraza.
¡Dichoso el pastor que alcanza
|
60 | tan regalado fin de su esperanza!
*
De una recia calentura,
de un amoroso accidente,
con el frío de los celos
Belardo estaba a la muerte.
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5 | Pensando estaba en la causa,
que quiso hallarse presente
para mostrar que ha podido
hallarse a su fin alegre.
De verle morir la ingrata
|
10 | ni llora ni se arrepiente,
que quien tanto en vida quiso
hoy en la muerte aborrece.
Empezó el pastor sus mandas
y dice: «Quiero que herede
|
15 | el cuerpo la dura tierra,
que es deuda que se le debe;
sólo quiero que le saquen
los ojos y los entreguen,
porque los llamó su dueño
|
20 | la ingrata Filis mil veces.
Y mando que el corazón
en otro fuego se queme,
y que las cenizas mismas
dentro de la mar las echen;
|
25 | que por ser palabras suyas
en la tierra do cayeren
podrán estar bien seguras
de que el viento se las lleve.
Y pues que muero tan pobre
|
30 | que cuanto dejo me deben,
podrán hacer mi mortaja
de cartas y papeles;
y de lo demás que queda
quiero que a Filis se entregue
|
35 | un espejo por que tenga
en qué se mire y contemple.
Contemple que su hermosura
es rosa cuando amanece,
y que es la vejez la noche
|
40 | a cuya sombra se prende;
y que sus cabellos de oro
se verán presto de nieve,
y con más contento y gusto
goce las horas que duerme».
*
Contemplando estaba Filis
a la media noche sola
una vela [a] cuya lumbre
labrando estaba una cofia,
|
5 | porque andaba en torno della
una blanca mariposa,
quemándose los extremos
y quería arderse toda.
Suspendióse, imaginando
|
10 | la avecilla animosa;
tomóla en sus blancas manos
y así le dice envidiosa:
«¿Adónde tienes los ojos
que desta luz te enamoras,
|
15 | la boca con que la besas
y el gusto con que la gozas?
¿Adónde tienes tu ingenio,
y dónde está la memoria?
¿con qué lengua la requiebras?
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20 | ¿de qué despojos la adornas?
¿Qué le dices cuando llegas,
y en su fuego presurosa
le dejas alguna prenda
de la afición que le doras?
|
25 | Y sin haberte ido vienes,
y después a volar tornas
hasta el punto que tu vida
entre las llamas despojas,
viendo que no será justo
|
30 | dilatar su muerte y gloria».
En diciendo estas razones
llegóse al fuego y quemóla.
«Dichosa fuiste, avecilla,
Filis prosigue, pues gozas
|
35 | en los brazos de tu amigo
muerte y vida gloriosa;
que la vida sin contento
mucha falta y poca sobra,
y sólo el sosiego es bueno
|
40 | adonde el alma reposa.
Mas ¿cómo yo con tu ejemplo
no me doy la muerte agora?
Morir quiero, pues me anima,
y acabar con tantas cosas.
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45 | He sabido que Belardo
su vida pasa con otra,
porque le enojan mis celos
y mis desdichas le enojan».
Del paño de su labor
|
50 | un corto cuchillo toma,
y dijo toda turbada:
«Oh Belardo, aquí fue Troya».
Pero primero que fuese
puesto el intento por obra,
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55 | quiso probar el dolor,
que es mujer y temerosa.
Con la aguja que labraba
picóse el dedo y turbóla
de su muy querida sangre
|
60 | el ver salir una gota.
Pide un paño a la criada,
intento y cuchillo arroja;
lloró su sangre perdida,
que su amante no la llora.
*
El tronco de ovas vestido
de un álamo verde y blanco,
que entre espadañas y juncos
bañaba el agua de Tajo,
|
5 | y las puntas de su altura
del ardiente sol los rayos,
y en todo el árbol dos vides
entretejían mil lazos;
y al son del agua y las ramas
|
10 | hería el céfiro manso
en las plateadas hojas,
tronco, punta, vides, árbol.
Éste con llorosos ojos
mirando estaba Belardo
|
15 | por qué fue un tiempo su gloria
como agora es su cuidado.
Vio de dos tórtolas bellas
tejido un nido en lo alto,
y que con arrullo ronco
|
20 | los picos se están besando.
Tomó una piedra el pastor
y esparció en el aire claro
ramas, tórtolas y nido,
diciendo alegre y ufano:
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25 | «Dejad la dulce acogida,
que la que el amor me dio,
envidia me la quitó,
y envidia os quita la vida.
Piérdase vuestra amistad,
|
30 | pues que se perdió la mía
que no ha de haber compañía
donde está mi soledad.
Tan sólo pena me da,
tórtola, el esposo tuyo,
|
35 | que tú presto hallarás cuyo,
pues Filis le tiene ya».
Esto diciendo el pastor,
desde el tronco está mirando
adónde irán a parar
|
40 | los amantes desdichados.
Y vio que en un verde pino
otra vez se están besando;
admiróse y prosiguió
olvidado de su llanto:
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45 | «Voluntades que avasallas,
Amor, con tu fuerza y arte,
¿quién habrá que las aparte,
que apartallas es juntallas?
Pues que del nido os eché
|
50 | y ya tenéis compañía,
quiero esperar que algún día
con Filis me juntaré».
*
Llenos de lágrimas tristes
tiene Belardo los ojos,
porque le muestra Belisa
graves los suyos hermosos.
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5 | Celos mortales han sido
la causa injusta de todo,
y porque lo aprenda dice
con lágrimas y sollozos:
El cielo me condene a eterno lloro,
|
10 | si no aborrezco a Filis y te adoro.
Mal haya el fingido amado,
lisonjero y mentiroso,
que juzgó mi voluntad
por la voz del vulgo loco;
|
15 | y a mí, necio, que dejé
por el viejo lodo el oro,
y por lo que es propio mío
lo que siempre fue de todos.
El cielo me condene a eterno lloro,
|
20 | si no aborrezco a Filis y te adoro.
Mis enemigos me venzan
en pleitos más peligrosos,
y mi amigo más querido
me levante testimonio;
|
25 | jure falso contra mí,
y el juez más riguroso
de mis enemigos sea
del lado parcial devoto.
El cielo me condene a eterno lloro,
|
30 | si no aborrezco a Filis y te adoro.
Y jamás del claro Tajo
vuelva a ver la orilla y soto,
ni a ver enramar sus vides
por los brazos de los olmos;
|
35 | enviuden las tortolillas
viendo que gozas a otro;
jamás tenga paz contigo
y siempre guerra con todos.
El cielo me condene a eterno lloro,
|
40 | si no aborrezco a Filis y te adoro.
Cubra el cielo castellano
los más encumbrados sotos,
porque el ganado no pazca
y muerto lo coma el lobo.
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45 | Llévese el viento mi choza,
el agua falte a mis pozos,
el fuego abrase mi parva,
la tierra me trague solo.
El cielo me condene a eterno lloro,
|
50 | si no aborrezco a Filis y te adoro.
*
Mil años ha que no canto
porque ha mil años que lloro
trabajos de mi destierro,
que fueran de muerte en otros.
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5 | Sin cuerdas el instrumento,
desacordado de loco,
con cuatro clavijas menos,
cubierto y lleno de polvo,
ratones han hecho nido
|
10 | en medio del lazo de oro
por donde el aire salía,
blando, agudo, grave y ronco.
Muchos piensan, y se engañan,
que pues callo piedras cojo,
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15 | y mala landre me dé
si no es de pereza todo;
fuera de que ha pocos días
que ciertos poetas mozos
dan en llamarme Belardos,
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20 | hurtándome el nombre solo.
Substitutos de mis bienes
y libres de mis enojos,
revocan mis testamentos,
de mi desdicha envidiosos.
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25 | Un codicilo se canta,
en que dicen que revoco
todas las mandas pasadas:
Dios sabe lo que me corro.
Los estrelleros de Venus
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30 | le dan más priesa que al moro
que de Sidonia partía
a impedir el desposorio.
En fe de mi nombre antiguo
cantan pensamientos de otros,
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35 | quizá porque siendo males
yo triste los pague todos.
Por algún pequeño hurto
echan de la casa a un mozo
y si algo falta después.
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40 | aquel se lo llevó todo.
¡Oh Filis, cuán engañada
te han tenido maliciosos,
pues ha tres años y más
que aun a solas no te nombro!
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45 | Si escribo de ajenos gustos
algunos versos quejosos,
gentilhombres de tu boca,
te los pintan como propios;
y con estar por tu causa
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50 | que aun apenas me conozco,
y con tres años de ausencia
quieren decir que te adoro;
y plega a Dios que si hoy día
a su brazo poderoso
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55 | para ti no pido un rayo,
que a mí mate con otro.
¿Soy por dicha Durandarte?
¿Soy Leandro? ¿Soy Andronio;
o soy discípulo suyo
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60 | o tú del viento furioso?
¡Mal hayan las tortolillas,
mal haya el tronco y el olmo
de do salieron las varas
que el vulgo ha tirado al toro!
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65 | Lisardo, aquel ahogado
como Narciso en el pozo,
antes que a la guerra fuese
dijo bien esto del olmo:
¡Oh, guarde Dios a Riselo,
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70 | guarda mayor de mi soto,
que mi vega maldecía
por barbechar sus rastrojos!
Todo el mundo dice y hace;
yo lo pago y no lo como,
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75 | y hecho Atlante de malicias
sustento un infierno en hombros.
*
Después que acabó Belardo
de distribuir sus bienes,
estando presente Filis
por cuya causa padece,
|
5 | mandó que su testamento
segunda vez se leyese,
porque quiere confirmallo
por si desta vez muriese;
dijo, después de leído:
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10 | «Pido a Filis, si quisiere,
que después de sepultado
jamás de mi no se acuerde,
porque podrá su memoria
a aqueste siglo volverme,
|
15 | a recebir por un gusto
dos mil desabridas muertes;
que se olvide de mi amor,
aunque mi amor no merece,
por ser amor verdadero,
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20 | paga tan torpe y aleve;
y que se olvide también
que me dijo muchas veces:
«Belardo, si te olvidare
cielos y tierra me dejen»;
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25 | y que rompa por su gusto
los desdichados papeles
do la descubrí mi pecho,
o por mejor, que los queme;
y que no tenga memoria
|
30 | de los pasados placeres,
de que fue Belardo autor,
porque después no le pese.
Que se olvide de mis cosas,
pues que la enfadaron siempre,
|
35 | y que se acuerde que dijo:
«Belardo, vivo con verte».
De aquesto tenga memoria,
que pues vivía con verme,
no ha sido razón de amor
|
40 | a tanto extremo traerme».
No puede la bella Filis
disimular, aunque quiere,
el amor mucho que brota
de lo que en el alma tiene.
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45 | Sin querer lo han descubierto
unas lágrimas que vierte
de su lastimado pecho
adonde amor vivió siempre.
Llorando llegó al pastor,
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50 | y como el pastor la siente,
procura recebilla
en el alma antes que llegue.
Y levantando sus brazos
espera ver lo que quiere,
|
55 | y las lágrimas suaves
lengua y palabras detienen;
y estando las lenguas mudas
bien por los ojos la entiende
Belardo que dice Filis:
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60 | «Tuya soy mientras viviere».
*
Hortelano era Belardo
de las huertas de Valencia,
que los trabajos obligan
a lo que el hombre no piensa.
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5 | Pasado el hebrero loco,
flores para mayo siembra,
que quiere que su esperanza
dé fruto a la primavera.
El trébol para las niñas
|
10 | pone al lado de la huerta,
porque la fruta de amor
de las tres hojas aprenda.
Albahacas amarillas,
a partes verdes y secas,
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15 | trasplanta para casadas
que pasan ya de los treinta;
y para las viudas pone
muchos lirios y verbena,
porque lo verde del alma
|
20 | encubre la saya negra.
Torongil para muchachas
de aquellas que ya comienzan
a deletrear mentiras,
que hay poca verdad en ellas.
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25 | El apio a las opiladas,
y a las preñadas almendras;
para melindrosas cardos
y ortigas para las viejas.
Lechugas para briosas
|
30 | que cuando llueve se queman,
mastuerzo para las frías,
y ajenjos para las feas.
De los vestidos que un tiempo
trujo en la Corte, de seda,
|
35 | ha hecho para las aves
un espantajo de higuera.
Las lechuguillazas grandes,
almidonadas y tiesas,
y el sombrero boleado
|
40 | que adorna cuello y cabeza;
y sobre un jubón de raso
la más guarnecida cuera,
sin olvidarse las calzas
españolas y tudescas.
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45 | Andando regando un día,
vióle en medio de la higuera
y riéndole de velle,
le dice desta manera:
«¡Oh ricos despojos
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50 | de mi edad primera
y trofeos vivos
de esperanzas muertas!
¡Qué bien parecéis
de dentro y de fuera,
|
55 | sobre que habéis dado
fin a mi tragedia!
¡Galas y penachos
de mi soldadesca,
un tiempo colores
|
60 | y agora tristeza!
Un día de Pascua
os llevé a mi aldea,
por galas costosas,
invenciones nuevas.
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65 | Desde su balcón
me vio una doncella,
con el pecho blanco
y la ceja negra.
Dejóse burlar,
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70 | caséme con ella,
que es bien que se paguen
tan honrosas deudas.
Supo mi delito
aquella morena
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75 | que reinaba en Troya
cuando fue mi reina.
Hizo de mis cosas
una grande hoguera,
tomando venganza
|
80 | en plumas y letras».
*
Dulce Filis, si me esperas,
de favor has de ir mudando,
que es mucho para burlando,
y poco para de veras.
|
5 | Si fías en mis amores,
pon en sus llamas sosiego,
y si burlas de mi fuego,
no le atices con favores.
No es bien que encenderme quieras
|
10 | sin favor de cuando en cuando,
que es mucho para burlando,
y poco para de veras.
A las del infierno ardiendo
es mi pena semejante,
|
15 | que con el manjar delante
estoy de hambre muriendo.
Con tu esperar desesperas,
pues el favor que vas dando,
es mucho para burlando,
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20 | y poco para de veras.
Si mandas, ¿por qué no das?
si lo has de dar, dalo junto,
y si junto, dalo a punto,
y si no, no mandes más.
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25 | No es bien que engañarme quieras
con favor de cuando en cuando,
que es mucho para burlando,
y poco para de veras.
*
Al pie de un roble escarchado
donde Belardo el amante
desbarató un tosco nido
que habían tejido las aves,
|
5 | de breves pasadas glorias,
de presentes largos males,
así se queja diciendo:
quien tal hace, que tal pague.
La bella Filis un día,
|
10 | al tiempo que el sol esparce
sus rayos por todo el suelo,
dorando montes y valles,
sintiendo que el corazón
se le divide en dos partes,
|
15 | así el [lo] mesmo decía:
quien tal hace, que tal pague.
Hice a los desdenes guerra,
guerra desdenes me hacen;
maté a Belardo con celos,
|
20 | celos es bien que me maten.
No atendí siendo llamada,
agora no me oye nadie;
con justa causa padezco:
quien tal hace, que tal pague.
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25 | Desamé a Belardo un tiempo,
y el amor para vengarse,
quiere que le quiera agora,
y que él me olvide y desame.
Dejadme, pasiones frescas,
|
30 | frescas pasiones, dejadme
vivir para que publique:
quien tal hace, que tal pague.
No le da pena el rigor
del frío tiempo que hace,
|
35 | que el fuego de amor la ampara
que dentro en su pecho nace.
Dando de coraje voces,
que revienta de coraje,
dice por momentos Filis:
|
40 | quien tal hace, que tal pague.
¿Do está, Belardo, la fe
que prometiste guardarme?
más yo la quebré primero,
tú puedes de mí quejarte.
|
45 | Diste primero en quererme,
yo primero en olvidarte,
tú harta disculpa tienes:
quien tal hace, que tal pague.
Sacó del seno un papel
|
50 | y con mil ansias le abre,
y antes de leerle todo
le arruga, rompe y deshace
diciendo: «Yo soy la causa,
no tengo de quién quejarme,
|
55 | quien dio la causa revienta:
quien tal hace, que tal pague».
*
«¡Ay, amargas soledades
de mi bellísima Filis,
destierro bien empleado
del agravio que la hice!
|
5 | Envejézcanse mis años
en estos montes que vistes,
que quien sufre como piedra
es bien que en piedras habite.
¡Ay horas tristes,
|
10 | cuán diferente estoy
del que me vistes!
¡Con cuánta razón os lloro,
pensamientos juveniles
que al principio de mis años
|
15 | cerca del fin me trujistes!
Retrato de mala mano,
mudable tiempo me heciste
sin nombre no me conocen
aunque despacio me miren.
|
20 | ¡Ay horas tristes,
cuán diferente estoy
del que me vistes!
Letra ha sido sospechosa,
que clara y escura sirve,
|
25 | que por no borrarla toda,
encima se sobre escribe.
Pienso a veces que soy otro
hasta que el dolor me dice
que quien le sufre tan grande
|
30 | ser otro fuera imposible».
¡Ay horas tristes,
cuán diferente estoy
del que me vistes!
*
El lastimado Belardo
con los celos de su ausencia
a la hermosísima Filis
humildemente se queja.
|
5 | «¡Ay, dice, señora mía,
y cuán caro que me cuesta
el imaginar que un hora
he de estar sin que te vea!
¿Cómo he de vivir sin ti,
|
10 | pues vivo en ti por firmeza,
y ésta el ausencia la muda
por mucha fe que se tenga?
Sois tan flacas las mujeres
que a cualquier viento que llega
|
15 | literalmente os volvéis
como al aire la veleta.
Perdóname, hermosa Filis,
que el mucho amor me hace fuerza
a que diga desvaríos,
|
20 | por más que después lo sienta.
¡Ay, sin ventura de mí!
¿qué haré sin tu vista bella?
daré mil quejas al aire
y ansina diré a las selvas:
|
25 | ¡Ay triste mal de ausencia,
y quien podrá decir lo que me cuestas!
No digo yo, mi señora,
que estás en aquesta prueba
quejosa de mi partida,
|
30 | aunque sabes que es tan cierta.
Yo me quejo de mi suerte,
porque es tal, y tal mi estrella,
que juntas a mi ventura
harán que tu fe sea fuerza.
|
35 | ¡Maldiga Dios, Filis mía,
el primero que la ausencia
juzgó con amor posible,
y dispuso tantas penas!
Yo me parto, y mi partir
|
40 | tanto aqueste pecho aprieta,
que como en bascas de muerte
el alma y cuerpo pelean.
¡Dios sabe, bella señora,
si quedarme aquí quisiera,
|
45 | y dejar al mayoral
que solo a la aldea se fuera!
He de obedecerle al fin,
que me obliga mi nobleza,
y aunque amor me desobliga,
|
50 | es fuerza que el honor venza».
¡Ay triste mal de ausencia,
y quien podrá decir lo que me cuestas!
*
Cuando las secas encinas,
álamos y robles altos,
los secos ramillos visten
de verdes hojas y ramos;
|
5 | y las fructíferas plantas
con mil pimpollos preñados
brotando fragantes flores
hacen de lo verde blanco,
para pagar el tributo
|
10 | al bajo suelo, ordinario
natural de la influencia
qu'el cielo les da cada año;
y secas las yerbezuelas
de los secretos contrarios
|
15 | por naturales efectos
al ser primero tornando,
de cuyos verdes renuevos
nacen mil colores varios
de miles distintas flores
|
20 | que esmaltan los verdes prados;
los lechales cabritillos
y los corderos balando
corren a las alcaceles
ya comiendo, ya jugando,
|
25 | cuando el pastor Albano suspirando
con lágrimas así dice llorando:
«Todo se alegra, mi Belisa, ahora,
solo tu Albano se entristece y llora».
Los romeros y tomillos,
|
30 | de cuyos floridos ramos
las fecundas abejuelas
sacan licor dulce y claro;
y con la mucha abundancia,
su labor melificando
|
35 | hinchen el panal nativo
de poleo tierno y blanco,
de cuyos preñados huevos
los hijuelos palpitando
salen por gracia divina
|
40 | a poblar ajenos vasos;
las laboriosas hormigas
de sus provistos palacios
seguras salen a ver
el tiempo sereno y claro,
|
45 | y los demás animales,
aves, peces, yerba o campo
desechando la tristeza
todos se alegran ufanos,
previniste, tiempo alegre,
|
50 | mas triste el pastor Albano,
a su querida Belisa
dice, el sepulcro mirando:
Cuando el pastor Albano suspirando
con lágrimas así dice llorando:
|
55 | «Todo se alegra, mi Belisa, ahora,
solo tu Albano se entristece y llora».
Belisa, señora mía,
hoy se cumple justo un año
que de tu temprana muerte
|
60 | gusté aquel potaje amargo.
Un año te serví enferma,
¡ojalá fueran mil años,
que así enferma te quisiera,
contino aguardando el pago!
|
65 | Solo yo te acompañé
cuando todos te dejaron,
porque te quise en la vida
y muerta te adoro y amo;
y sabe el cielo piadoso
|
70 | a quien fiel testigo hago,
si te querrá también muerta
quien viva te quiso tanto.
Dejásteme en tu cabaña
por guarda de tu rebaño,
|
75 | con aquella dulce prenda
que me dejaste del parto;
que por ser hechura tuya
me consolaba algún tanto
cuando en su divino rostro
|
80 | contemplaba tu retrato,
pero duróme tan poco
qu'el cielo por mis pecados
quiso que también siguiese
muerta tus divinos pasos,
|
85 | Cuando el pastor Albano suspirando
con lágrimas así dice llorando:
«Todo se alegra, mí Belísa, ahora,
solo tu Albano se entristece y llora».
*
«Di, Zaida, ¿de qué me avisas?
¿Quieres que muera y que calle?
No des crédito a mujeres
no fundadas en verdades;
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5 | que si pregunto en qué entiendes
o quién viene a visitarte,
son fiestas de mi tormento
ver qué visitas te aplacen.
Si dices que estás corrida
|
10 | de que Zaide poco sabe,
no sé poco, pues que supe
conocerte y adorarte.
Si dices son por mi causa
las que en el rostro te salen,
|
15 | por la tuya con mis ojos
tengo regada tu calle.
Confiesas que soy valiente,
que tengo otras muchas partes;
pocas tengo, pues no puedo
|
20 | de una mentira vengarme.
Mas si ha querido mi suerte
que ya el quererte te canse,
no pongas inconvenientes
mas de que quieres dejarme.
|
25 | No entendí que eras mujer
a quien novedad aplace,
mas son tales mis desdichas,
que en mí lo imposible hacen;
hánme puesto en tal extremo
|
30 | que el bien tengo por ultraje:
alabasme para hacerme
la nata de los galanes.
Yo soy quien pierdo en perderte
y gano mucho en ganarte,
|
35 | y aunque hablas en mi ofensa
no dejaré de adorarte.
Dices que si fuera mudo
fuera posible adorarme;
si en tu daño no lo he sido,
|
40 | enmudezca el desculparme.
Si te ha ofendido mi vida,
quieres señora matarme,
basta decir que hablé [e]
para que el pesar me acabe.
|
45 | Es mi pecho calabozo
de tormentos inmortales,
mi boca la del silencio,
que no ha menester alcaide.
Que el hacer plato y banquetes
|
50 | es de hombres principales,
mas dalles de sus favores
sólo pertenece a infames.
Zaida cruel, que dijiste
que no supe conservarte,
|
55 | mejor te supe obligar
que tú has sabido pagarme.
Mienten los moros y moras,
miente el infame de Tarfe,
que si yo le amenazara
|
60 | bastara para matarle.
A ese perro mal nacido
a quien yo mostré el turbante,
no fío yo dél secretos,
que en bajos pechos no caben.
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65 | Yo le he de quitar la vida
y he de escribir con su sangre
lo que tú Zaida replico:
Quien tal hizo, que tal pague».
*
«Mira, Zaide, que te digo
que no pases por mi calle,
no hables con mis mujeres,
ni con mis cautivos trates,
|
5 | no preguntes en qué entiendo
ni quien viene a visitarme,
qué fiestas me dan contento
ni qué colores me aplacen;
basta que son por tu causa
|
10 | las que en el rostro me salen,
corrida de haber mirado
moro que tan poco sabe.
Confieso que eres valiente,
que hiendes, rajas y partes,
|
15 | y que has muerto más cristianos
que tienes gotas de sangre;
que eres gallardo ginete,
que danzas, cantas y tañes,
gentilhombre, bien criado
|
20 | cuanto puede imaginarse;
blanco, rubio por extremo,
señalado entre linajes,
el gallo de los bravatos,
la nata de los donaires;
|
25 | que pierdo mucho en perderte
y gano mucho en ganarte,
y que si nacieras mudo
fuera posible adorarte;
mas por ese inconviniente
|
30 | determino de dejarte,
que eres pródigo de lengua
y amargan tus liviandades;
habrá menester ponerte
la que quisiere llevarte
|
35 | un alcázar en los pechos
y en los labios un alcaide.
Mucho pueden con las damas
los galanes de tus partes,
porque los quieren briosos,
|
40 | que hiendan y que desgarren;
mas con esto, Zaide amigo,
si algún banquete les hacen
del plato de sus favores
quieren que coman y callen.
|
45 | Costoso me fue el que heciste;
que dichoso fueras, Zaide,
si conservarme supieras
como supiste obligarme.
Mas no bien saliste apenas
|
50 | de los jardines de Atarfe,
cuando heciste de la mía
y de tu desdicha alarde.
A un morillo mal nacido
he sabido que enseñaste
|
55 | la trenza de mis cabellos
que te puse en el turbante.
No quiero que me la vuelvas,
ni que tampoco la guardes,
mas quiero que entiendas, moro,
|
60 | que en mi desgracia la traes.
También me certificaron
cómo le desafiaste
por las verdades que dijo,
que nunca fueran verdades.
|
65 | De mala gana me río;
¡qué donoso disparate!
no guardaste tu secreto
¿y quieres que otro lo guarde?
No puedo admitir disculpa,
|
70 | otra vez torno [a] avisarte
que ésta será la postrera
que te hable y que me hables».
Dijo la discreta Zaida
al gallardo Abencerraje,
|
75 | y al despedirse replica
«Quien tal hace, que tal pague».
*
Sale la estrella de Venus
al tiempo que el sol se pone,
y la enemiga del día
su negro manto descoge,
|
5 | y con ella un fuerte moro
semejante a Rodamonte
sale de Sidonia airado,
de Jerez la vega corre,
por donde entra Guadalete
|
10 | al mar de España, y por donde
Santa María del Puerto
recibe famoso nombre.
Desesperado camina,
que siendo en linaje noble,
|
15 | le deja su dama ingrata
porque se suena que es pobre;
y aquella noche se casa
con un moro feo y torpe
porque es alcaide en Sevilla
|
20 | del Alcázar y la Torre.
Quejándose tiernamente
de un agravio tan inorme,
y a sus palabras la vega
con dulces ecos responde:
|
25 | «Zaida, dice, más airada
que el mar que las naves sorbe,
más dura e inexorable
que las entrañas de un monte,
¿cómo permites, cruel,
|
30 | después de tantos favores,
que de prendas de mi alma
ajena mano se adorne?
¿Es posible que te abraces
a las cortezas de un roble,
|
35 | y dejes el árbol tuyo
desnudo de fruta y flores?
Dejas tu amado Gazul,
dejas tres años de amores,
y das la mano a Albenzaide,
|
40 | que aun apenas le conoces.
Dejas a un pobre muy rico
y un rico muy pobre escoges,
pues las riquezas del cuerpo
a las del alma antepones.
|
45 | Alá permita, enemiga,
que te aborrezca y le adores,
y que por celos suspires
y por ausencia le llores,
y que de noche no duermas,
|
50 | y de día no reposes,
y en la cama le fastidies,
y que en la mesa le enojes,
y en las fiestas, en las zambras,
no se vista tus colores,
|
55 | ni aun para verlas permita
que a la ventana te asomes;
y menosprecie en las cañas,
para que más te alborotes,
el almaizar que le labres
|
60 | y la manga que le bordes;
y se ponga de su amiga
con la cifra de su nombre,
a quien le dé los cautivos
cuando de la guerra torne;
|
65 | y en batalla de cristianos
de velle muerto te asombres,
y plegue a Alá que suceda
cuando la mano le tomes,
que si le has de aborrecer,
|
70 | que largos años le goces,
que es la mayor maldición
que pueden darte los hombres».
Con esto llegó a Jerez
a la mitad de la noche;
|
75 | halló el palacio cubierto
de luminarias y voces,
y los moros fronterizos
que por todas partes corren,
con sus hachas encendidas
|
80 | y con libreas conformes.
Delante del desposado
en los estribos alzóse;
arrojóle una lanzada
de parte a parte pasóle;
|
85 | alborotóse la plaza,
desnudó el moro un estoque,
y por mitad de la gente
hacia Sidonia volvióse.
*
«Ensíllenme el potro rucio
del alcaide de los Vélez,
denme el adarga de Fez
y la jacerina fuerte;
|
5 | una lanza con dos hierros,
entrambos de agudos temples,
y aquel acerado casco
con el morado bonete,
que tiene plumas pajizas
|
10 | entre blancos martinetes,
y garzotas medio pardas,
antes que me vista, denme.
Pondréme la toca azul
que me dio para ponerme
|
15 | Adalifa la de Baza,
hija de Zelín Hamete;
y aquella medalla en cuadro
que dos ramos la guarnecen
con las hojas de esmeraldas,
|
20 | por ser los ramos laureles;
y un Adonis que va a caza
de los jabalíes monteses,
dejando su diosa amada,
y dice la letra "Muere"».
|
25 | Esto dijo el moro Azarque
antes que a la guerra fuese,
aquel discreto y animoso,
aquel galán y valiente,
Almoralife el de Baza,
|
30 | de Zulema descendiente,
caballeros que en Granada
paseaban con los reyes.
Trajéronle la medalla,
y suspirando mil veces,
|
35 | del bello Adonis miraba
la gentileza y la suerte:
«Adalifa de mi alma,
no te aflijas ni lo pienses;
viviré para gozarte,
|
40 | gozosa vendrás a verme;
breve será mi jornada,
tu firmeza no sea breve,
procura, aunque eres mujer,
ser de todas diferente.
|
45 | No le parezcas a Venus,
aunque en beldad le pareces,
en olvidar a su amante
y no respetalle ausente.
Cuando sola te imagines,
|
50 | mi retrato te consuele,
sin admitir compañía
que me ultraje y te desvele;
que entre tristeza y dolor
suele amor entremeterse,
|
55 | haciendo de alegres tristes
como de tristes alegres.
Mira, amiga, mi retrato,
que abiertos los ojos tiene,
y que es pintura encantada,
|
60 | que habla, que vive y siente.
Acuérdate de mis ojos,
que muchas lágrimas vierten,
y a fe que lágrimas suyas
pocas moras las merecen».
|
65 | En esto llegó Gualquemo
a decille que se apreste,
que daban priesa en la mar
que se embarcase la gente.
A vencer se parte el moro,
|
70 | aunque gustos no le vencen,
honra y esfuerzo lo animan
a cumplir lo que promete.
*
«¿Apartaste, ingrata Filis,
del amor que me mostrabas
para ponerlo en aquel
que pensando en ti se enfada?
|
5 | ¡Plegue a Dios no te arrepientas
cuando conozcas tu falta,
mas no te conocerás,
que aun para ti eres ingrata!
¡Filis, mal hayan
|
10 | los ojos que en un tiempo te miraban!
Aguardando estoy a verte
tanto cuanto ya te ensanchas,
arrepentida llorando
el bien de que ahora te apartas;
|
15 | víspera suele el bien ser
del mal que ahora no te halla,
pero aguarda, que él vendrá
cuando estés más descuidada.
¡Filis, mal hayan
|
20 | los ojos que en un tiempo te miraban!
¡Oh cuántas y cuántas veces
me acuerdo de las palabras,
cruel, con que me engañaste
y con que a todos engañas!
|
25 | A ti te engañaste sola,
pues te he de ver engañada,
deste que tú tanto adoras
y de mí sin esperanza.
¡Filis, mal hayan
|
30 | los ojos que en un tiempo te miraban!
Miréte con buenos ojos,
pensando que me mirabas
como te miraba yo
por mi bien y tu desgracia;
|
35 | que en esto, bien claro está,
eras tú la que ganabas,
mas a fin no mereciste
tanto bien siendo tan mala».
¡Filis, mal hayan
|
40 | los ojos que en un tiempo te miraban!
*
«Después que rompiste, ingrata,
de amor el estrecho nudo,
pruebo a sujetar el cuello
y no consiente otro yugo.
|
5 | Gocé libertad tres años,
si aquel es libre y seguro
que de llorar tus mudanzas
no tiene su rostro enjuto.
Pensaba que era en amarte
|
10 | cuando menos sin segundo
pero ya me dice el tiempo
que han sido primeros muchos.
Y que acuden a tu casa
más galanes al descuido
|
15 | que caben ríos ni arroyos
en el reino de Neptuno.
Y para más afrentarme,
porque me escarnezca el vulgo,
has dado en hacerme esclavo
|
20 | con los hierros a tu gusto.
De agravio y desdenes tales
sólo a mi firmeza culpo,
que no acierta a ser mudable
cursando tanto en tu estudio.
|
25 | Mas ay, que es venir a menos
aunque pueda hacer un hurto
más famoso que el de Elena
negarte mi alma tributo;
y así le cuento a Cupido
|
30 | la vez que a su templo acudo
más quejas que en el Senado
el villano del Danubio.
Todos los amantes oye,
para mí está sordo y mudo;
|
35 | no sé si el traidor procura
lo que yo también procuro;
que según es tu belleza
aunque tenga de Dios humos,
no deja de ser quien es
|
40 | en ser de tus siervos uno;
y si va a decir verdades,
aunque de falsa te acuso,
a manos de tu ira muera
si fuere de otra y no tuyo».
*
Gallardo pasea Zaide
puerta y calle de su dama,
que desea en gran manera
ver su imagen y adorarla,
|
5 | porque se vido sin ella
en una ausencia muy larga,
que desdichas le sacaron
desterrado de Granada,
no por muerte de hombre alguno
|
10 | ni por traidor a su dama,
mas por dar gusto a enemigos,
si es que en el moro se hallan,
porque es hidalgo en sus cosas,
y tanto que al mundo espantan
|
15 | sus larguezas, pues por ellas
el moro dejó su patria;
pero a Granada volvió
a pesar de ruin canalla,
porque siendo un moro noble
|
20 | enemigos nunca faltan.
Alzó la cabeza y vido
a su Zaida a la ventana,
tan bizarra y tan hermosa
que al sol quita su luz clara.
|
25 | Zaida se huelga de ver
a quien ha entregado el alma,
tan turbada, y tan alegre,
y cuanto alegre turbada,
porque su grande desdicha
|
30 | le dio nombre de casada,
aunque no por eso piensa
olvidar a quien bien ama.
El moro se regocija,
y con dolor de su alma,
|
35 | por no tener más lugar,
que el puesto no se le daba,
por ser el moro celoso
de quien es esposa Zaida,
y en gozo, contento y pena
|
40 | le envió aquestas palabras:
«¡Oh más hermosa y más bella
que la aurora aljofarada,
mora de los ojos míos,
que otra beldad no te iguala!
|
45 | Dime, ¿fáltate salud
después que el verme te falta?
Mas según la muestra has dado
amor es el que te falta,
pues mira, diosa cruel
|
50 | lo que me cuestas del alma,
y cuántas noches dormí
debajo de tus ventanas;
y mira que dos mil veces
recreándome en tus faldas,
|
55 | decías: «El firme amor
sólo entre los dos se halla»,
pues que por mí no ha quedado,
que cumplo por mi desgracia
lo que prometo una vez,
|
60 | cúmplelo también, ingrata.
No pido más que te acuerdes,
mira mi humilde demanda,
pues en pensar sólo en ti
me ocupo tarde y mañana».
|
65 | Su prolijo razonar
creo el moro no acabara,
si no faltara la lengua
que estaba medio trabada.
La mora tiene la suya
|
70 | de tal suerte, que no acaba
de acabar de abrir la gloria
al moro con la palabra,
vertiendo de entrambos ojos
perlas con que le aplacaba,
|
75 | al moro sus quejas tristes
dijo la discreta Zaida:
«Zaide mío, a Alá prometo
de cumplirte la palabra
que es jamás no te olvidar,
|
80 | pues no olvida quien bien ama;
pero yo no me aseguro
ni estoy de mí confiada,
que suele a cuerpo presente
ser la vigilia doblada,
|
85 | y más tú que lisonjeas,
que ya lo tienes por gala,
de ser como aquí lo has dicho,
no habiendo en mí bueno nada.
Sé muy bien lo que te debo
|
90 | y plugiese a Alá quedara
hecho mi cuerpo pedazos
antes que yo me casara,
que no hay rato de contento
en mí, ni un punto se aparta
|
95 | este mi moro enemigo
de mi lado y de mi cama,
y no me deja salir,
ni asomarme a la ventana,
ni hablar con mis amigas
|
100 | ni hallarme en fiestas o zambras».
No pudo escuchalla más
el moro, y así se aparta
hechos los ojos dos fuentes
de lágrimas que derrama.
|
105 | Zaida, no menos que él,
se quita de la ventana,
y aunque apartaron los cuerpos
juntas quedaron las almas.
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