BIBLIOTHECA AUGUSTANA

 

Lope de Vega

1562 - 1635

 

Comedia famosa de

Fuente Ovejuna

 

1611/18

 

______________________________________________________________

 

 

 

Acto primero

 

[Sala del Palacio del Maestre de Caltrava]

 

Salen el Comendador, Flores y Ortuño, criados.

 

Comendador:

|| ¿Sabe el Maestre que estoy

en la villa?

Flores:

                  Ya lo sabe.

Ortuño:

Está, con la edad, más grave.

Comendador:

¿Y sabe también que soy

5

|| Fernán Gómez de Guzmán?

Flores:

Es muchacho, no te assombre.

Comendador:

Cuando no sepa mi nombre,

¿no le sobra el que me dan

|| de Comendador mayor?

Ortuño:

10

No falta quien le aconseje

263r

que de ser cortés se alexe.

Comendador:

Conquistará poco amor.

|| Es llave la cortesía

para abrir la voluntad;

15

y para la enemistad

la necia descortesía.

Ortuño:

|| Si supiesse un descortés

cómo le aborrecen todos,

y querrían de mil modos

20

poner la boca a sus pies,

|| antes que serlo ninguno

se dexaría morir.

Flores:

¡Qué cansado es de sufrir!

¡Qué áspero y qué importuno!

25

|| Llaman la descortesía

necedad en los iguales,

porque es entre desiguales

linaje de tiranía.

|| Aquí no te toca nada:

30

que un muchacho aún no ha llegado

a saber qué es ser amado.

Comendador:

La obligación de la espada

|| que le ciñó, el mismo día

que la Cruz de Calatrava

35

le cubrió el pecho, bastaba

para aprender cortesía.

Flores:

|| Si te han puesto mal con él,

presto lo conocerás.

Ortuño:

Vuélvete, si en duda estás.

Comendador:

40

Quiero ver lo que hay en él.

 

Sale[n] el Maestre de Calatrava y acompañamiento.

 

Maestre:

|| Perdonad, por vida mía,

Fernán Gómez de Guzmán;

que agora nueva me dan

que en la villa estáis.

Comendador:

                              Tenía

45

|| muy justa quexa de vos;

que el amor y la criança

me daban más confïança,

por ser, cual somos los dos,

|| vos, Maestre en Calatrava,

50

yo, vuestro Comendador

y muy vuestro servidor.

Maestre:

Seguro, Fernando, estaba

|| de vuestra buena venida.

Quiero volveros a dar

55

los braços.

Comendador:

                        Debéisme honrar,

que he puesto por vos la vida

|| entre diferencias tantas,

hasta suplir vuestra edad

el Pontífice.

Maestre:

                        Es verdad.

60

Y por las señales santas

|| que a los dos cruzan el pecho,

que os lo pago en estimaros

y, como a mi padre, honraros.

Comendador:

De vos estoy satisfecho.

Maestre:

65

|| ¿Qué hay de guerra por allá?

Comendador:

Estad atento, y sabréis

la obligación que tenéis.

Maestre:

Dezid, que ya lo estoy, ya.

Comendador:

|| Gran Maestre, don Rodrigo

70

Téllez Girón, que a tan alto

lugar os traxo el valor

de aquel vuestro padre claro,

que, de ocho años, en vos

renunció su maestrazgo,

75

que después, por más seguro,

juraron y confirmaron

Reyes y Comendadores,

dando el Pontífice santo

Pío segunda sus bulas

80

y después las suyas Paulo,

para que don Juan Pacheco,

gran Maestre de Santiago,

fuesse vuestro coadjutor;

ya que es muerto, y que os han dado

85

el gobierno sólo a vos,

aunque de tan pocos años,

advertid que es honra vuestra

seguir en aqueste caso

263v

la parte de vuestros deudos;

90

porque muerto Enrique cuarto,

quieren que al rey don Alonso

de Portugal, que ha heredado,

por su mujer, a Castilla,

obedezcan sus vassallos;

95

que aunque pretende lo mismo

por Isabel, don Fernando,

gran Príncipe de Aragón,

no con derecho tan claro

a vuestros deudos; que, en fin,

100

no presumen que hay engaño

en la successión de Juana,

a quien vuestro primo hermano

tiene agora en su poder.

Y assí, vengo a aconsejaros

105

que juntéis los caballeros

de Calatrava, en Almagro,

y a Ciudad Real toméis,

que divide como passo

a Andaluzía y Castilla,

110

para mirarlos a entrambos.

Poca gente es menester,

porque tiene por soldados

solamente sus vezinos

y algunos pocos hidalgos,

115

que defienden a Isabel

y llaman rey a Fernando.

Será bien que deis assombro,

Rodrigo, aunque niño, a cuantos

dizen que es grande essa Cruz

120

para vuestros hombros flacos.

Mirad los Condes de Urueña,

de quien venís, que mostrando

os están desde la fama

los laureles que ganaron;

125

los Marqueses de Villena,

y otros capitanes, tantos,

que las alas de la fama

apenas pueden llevarlos.

Sacad essa blanca espada,

130

que habéis de hazer, peleando,

tan roja como la Cruz,

porque no podré llamaros

Maestre de la Cruz roja

que tenéis al pecho, en tanto

135

que tenéis blanca la espada;

que una al pecho y otra al lado,

entrambas han de ser rojas;

y vos, Xirón soberano,

capa del templo inmortal

140

de vuestros claros passados.

Maestre:

|| Fernán Gómez, estad cierto,

que en esta parcialidad,

porque veo que es verdad,

con mis deudos me concierto.

145

|| Y si importa, como passo,

a Ciudad Real mi intento,

veréis que como violento

rayo, sus muros abraso.

|| No porque es muerto mi tío

150

piensen de mis pocos años

los propios y los extraños

que murió con él mi brío.

|| Sacaré la blanca espada

para que quede su luz

155

de la color de la Cruz,

de roja sangre bañada.

|| Vos, adonde residís

¿tenéis algunos soldados?

Comendador:

Pocos, pero mis criados;

160

que si dellos os servís,

|| pelearán como leones.

Ya veis que en Fuente Ovejuna

hay gente humilde, y alguna

no enseñada en escuadrones,

165

|| sino en campos y labranças.

Maestre:

¿Allí residís?

Comendador:

                        Allí

de mi Encomienda escogí

casa entre aquestas mudanças.

[Maestre:]

|| Vuestra gente se registre;

[Comendador:]

170

Que no quedará vasallo.

Maestre:

264r

Hoy me veréis a caballo,

poner la lança en el ristre.

 

[Plaza de Fuente Ovejuna]

 

Vanse, y salen Pascual[a] y Laurencia.

 

Laurencia:

|| ¡Mas que nunca acá volviera!

Pascuala:

Pues, a la he, que pensé

175

que cuando te lo conté,

más pesadumbre te diera.

Laurencia:

|| ¡Plega al cielo que jamás

le vea en Fuente Ovejuna!

Pascuala:

Yo, Laurencia, he visto alguna

180

tan brava, y pienso que más,

|| y tenía el coraçón

brando como una manteca.

Laurencia:

Pues ¿hay enzina tan seca

como esta mi condición?

Pascuala:

185

|| ¡Anda ya! Que nadie diga

desta agua no beberé.

Laurencia:

¡Voto al sol que lo diré,

aunque el mundo me desdiga!

|| ¿A qué efeto fuera bueno

190

querer a Fernando yo?

¿Casárame con él?

Pascuala:

                                    No.

Laurencia:

Luego la infamia condeno.

|| ¡Cuántas moças en la villa,

del Comendador fiadas,

195

andan ya descalabradas!

Pascuala:

Tendré yo por maravilla

|| que te escapes de su mano.

Laurencia:

Pues en vano es lo que ves,

porque ha que me sigue un mes,

200

y todo, Pascual[a], en vano.

|| Aquel Flores, su alcahuete,

y Ortuño, aquel socarrón,

me mostraron un jubón,

una sarta y un copete;

205

|| dixéronme tantas cosas

de Fernando, su señor,

que me pusieron temor;

mas no serán poderosas

|| para contrastar mi pecho.

Pascuala:

210

¿Dónde te hablaron?

Laurencia:

                                          Allá

en el arroyo, y habrá

seis días.

Pascuala:

                  Y yo sospecho

|| que te han de engañar, Laurencia.

Laurencia:

¿A mí?

Pascuala:

            Que no, sino al cura.

Laurencia:

215

Soy, aunque polla, muy dura

yo para su reverencia.

|| Pardiez, más precio poner,

Pascuala, de madrugada,

un pedaço de lunada

220

al huego para comer,

|| con tanto zalacotón

de una rosca que yo amasso,

y hurtar a mi madre un vaso

del pegado canjilón;

225

|| y más precio al mediodía

ver la vaca entre las coles,

haziendo mil caracoles

con espumosa armonía;

|| y concertar, si el camino

230

me ha llegado a causar pena,

casar una berenjena

con otro tanto tozino;

|| y después un passatarde,

mientras la cena se aliña,

235

de una cuerda de mi viña,

que Dios de pedrisco guarde;

|| y cenar un salpicón

con su azeite y su pimienta,

y irme a la cama contenta,

240

y al «inducas tentación»

|| rezalle mis devociones;

que cuantas raposerías,

con su amor y sus porfías,

tienen estos bellacones,

245

|| porque todo su cuidado,

después de darnos disgusto,

es anochecer con gusto

y amanecer con enfado.

Pascuala:

264v

|| Tienes, Laurencia, razón;

250

que, en dexando de querer,

más ingratos suelen ser

que al villano el gorrión.

|| En el invierno, que el frío

tiene los campos helados,

255

descienden de los tejados,

diziéndole: «tío, tío»,

|| hasta llegar a comer

las migajas de la mesa;

mas luego que el frío cessa,

260

y el campo ven florecer,

|| no baxan diziendo «tío»,

del beneficio olvidados,

mas saltando en los tejados

dizen: «judío, judío».

265

|| Pues tales los hombres son:

cuando nos han menester,

somos su vida, su ser,

su alma, su coraçón;

|| pero passadas las ascuas,

270

las tías somos judías,

y en vez de llamarnos tías,

anda el nombre de las Pascuas.

Laurencia:

|| ¡No fïarse de ninguno!

Pascuala:

Lo mismo digo, Laurencia.

 

Salen Mengo y Barrildo y Frondoso.

 

Frondoso:

275

En aquesta diferencia

andas, Barrildo, importuno.

Barrildo:

|| A lo menos aquí está

quien nos dirá lo más cierto.

Mengo:

Pues hagamos un concierto

280

antes que lleguéis allá,

|| y es, que si juzgan por mí,

me dé cada cual la prenda,

precio de aquesta contienda.

Barrildo:

Desde aquí digo que sí.

285

|| Mas si pierdes, ¿qué darás?

Mengo:

Daré mi rabel de box,

que vale más que una trox,

porque yo le estimo en más.

Barrildo:

|| Soy contento.

Frondoso:

                              Pues lleguemos.

290

Dios os guarde, hermosas damas.

Laurencia:

¿Damas, Frondoso, nos llamas?

Frondoso:

Andar al uso queremos:

|| al bachiller, licenciado;

al ciego, tuerto; al bisojo,

295

bizco; resentido, al cojo,

y buen hombre, al descuidado;

|| al ignorante, sesudo;

al mal galán, soldadesca;

a la boca grande, fresca,

300

y al ojo pequeño, agudo;

|| al pleitista, diligente;

al gracioso, entremetido;

al hablador, entendido,

y al insufrible, valiente;

305

|| al cobarde, para poco;

al atrevido, bizarro;

compañero, al que es un jarro,

y desenfadado, al loco;

|| gravedad, al descontento;

310

a la calva, autoridad;

donaire, a la necedad,

y al pie grande, buen cimiento;

|| al buboso, resfriado;

comedido al arrogante;

315

al ingenioso, constante;

al corcovado, cargado.

|| Esto al llamaros imito,

damas, sin passar de aquí;

porque fuera hablar assí

320

proceder en infinito.

Laurencia:

|| Allá en la ciudad, Frondoso,

llámase por cortesía

de essa suerte; y a fe mía,

que hay otro más riguroso

325

|| y peor vocabulario

en las lenguas descorteses.

Frondoso:

265r

Querría que lo dixesses.

Laurencia:

Es todo a essotro contrario:

|| al hombre grave, enfadoso;

330

venturoso al descompuesto;

melancólico al compuesto;

y al que reprehende, odioso;

|| importuno al que aconseja;

al liberal, moscatel;

335

al justiciero, cruel,

y al que es piadoso, madeja;

|| al que es constante, villano;

al que es cortés, lisonjero;

hipócrita al limosnero,

340

y pretendiente al cristiano;

|| al justo mérito, dicha;

a la verdad, imprudencia;

cobardía, a la paciencia;

y culpa, a lo que es desdicha;

345

|| necia, a la mujer honesta;

mal hecha, a la hermosa y casta;

y a la honrada . . . Pero basta,

que esto basta por respuesta.

Mengo:

|| Digo que eres el dimuño.

Laurencia:

350

¡Soncas que lo dize mal!

Mengo:

Apostaré que la sal

la echó el cura con el puño.

Laurencia:

|| ¿Qué contienda os ha traído,

si no es que mal lo entendí?

Frondoso:

355

Oye, por tu vida.

Laurencia:

                                    Di.

Frondoso:

Préstame, Laurencia, oído.

Laurencia:

|| ¿Como prestado? Y aun dado.

Desde agora os doy el mío.

Frondoso:

En tu discreción confío.

Laurencia:

360

¿Qué es lo que habéis apostado?

Frondoso:

|| Yo y Barrildo contra Mengo.

Laurencia:

¿Qué dize Mengo?

Barrildo:

                                    Una cosa

que, siendo cierta y forçosa,

la niega.

Mengo:

                  A negarla vengo,

365

|| porque yo sé que es verdad.

Laurencia:

¿Qué dize?

Barrildo:

                  Que no hay amor.

Laurencia:

Generalmente, es rigor.

Barrildo:

Es rigor y es necedad.

|| Sin amor, no se pudiera

370

ni aun el mundo conservar.

Mengo:

Yo no sé filosofar;

leer, ¡oxalá supiera!

|| Pero si los elementos

en discordia eterna viven,

375

y de los mismos reciben

nuestros cuerpos alimentos,

|| cólera y melancolía,

flema y sangre, claro está.

Barrildo:

El mundo de acá y de allá,

380

Mengo, todo es armonía.

|| Armonía es puro amor,

porque el amor es concierto.

Mengo:

Del natural os advierto

que yo no niego el valor.

385

|| Amor hay, y el que entre sí

gobierna todas las cosas,

correspondencias forçosas

de cuanto se mira aquí;

|| y yo jamás he negado

390

que cada cual tiene amor

correspondiente a su humor

que le conserva en su estado.

|| Mi mano al golpe que viene

mi cara defenderá;

395

mi pie, huyendo, estorbará

el daño que el cuerpo tiene.

|| Cerraránse mis pestañas

si al ojo le viene mal,

porque es amor natural.

Pascuala:

400

Pues ¿de qué nos desengañas?

Mengo:

|| De que nadie tiene amor

más que a su misma persona.

Pascuala:

Tú mientes, Mengo, y perdona;

porque ¿es materia el rigor

405

|| con que un hombre a una mujer

o un animal quiere y ama

su semejante?

Mengo:

                              Esso llama

amor propio, y no querer.

265v

|| ¿Qué es amor?

Laurencia:

                                    Es un desseo

410

de hermosura.

Mengo:

                              Essa hermosura

¿por qué el amor la procura?

Laurencia:

Para gozarla.

Mengo:

                              Esso creo.

|| Pues esse gusto que intenta,

¿no es para él mismo?

Laurencia:

                                          Es assí.

Mengo:

415

Luego ¿por quererse a sí

busca el bien que le contenta?

Laurencia:

|| Es verdad.

Mengo:

                        Pues desse modo

no hay amor, sino el que digo,

que por mi gusto le sigo,

420

y quiero dármele en todo.

Barrildo:

|| Dixo el cura del lugar

cierto día en el sermón

que había cierto Platón

que nos enseñaba a amar;

425

|| que éste amaba el alma sola

y la virtud de lo amado.

Pascuala:

En materia habéis entrado

que, por ventura, acrisola

|| los caletres de los sabios

430

en sus cademias y escuelas.

Laurencia:

Muy bien dize, y no te muelas

en persuadir sus agravios.

|| Da gracias, Mengo, a los cielos,

que te hizieron sin amor.

Mengo:

435

¿Amas tú?

Laurencia:

                        Mi propio honor.

Frondoso:

Dios te castigue con celos.

Barrildo:

|| ¿Quién gana?

Pascuala:

                              Con la quistión

podéis ir al sacristán,

porque él o el cura os darán

440

bastante satisfación.

|| Laurencia no quiere bien;

yo tengo poca experiencia.

¿Cómo daremos sentencia?

Frondoso:

¿Qué mayor que esse desdén?

 

Sale Flores.

 

Flores:

445

|| Dios guarde a la buena gente.

Frondoso:

Este es del Comendador

criado.

Laurencia:

            ¡Gentil açor!

¿De adónde bueno, pariente?

Flores:

|| ¿No me veis a lo soldado?

Laurencia:

450

¿Viene don Fernando acá?

Flores:

La guerra se acaba ya,

puesto que nos ha costado

|| alguna sangre y amigos.

Frondoso:

Contadnos cómo passó.

Flores:

455

¿Quién lo dirá como yo,

siendo mis ojos testigos?

|| Para emprender la jornada

desta ciudad, que ya tiene

nombre de Ciudad Real,

460

juntó el gallardo Maestre

dos mil luzidos infantes

de sus vassallos valientes,

y treszientos de a caballo

de seglares y de freiles;

465

porque la Cruz roja obliga

cuantos al pecho la tienen,

aunque sean de orden sacro;

mas contra moros, se entiende.

Salió el muchacho bizarro

470

con una casaca verde,

bordada de cifras de oro,

que sólo los braçaletes

por las mangas descubrían,

que seis alamares prenden.

475

Un corpulento bridón,

ruzio rodado, que al Betis

bebió el agua, y en su orilla

despuntó la grama fértil;

el colón, labrado en cintas

480

de ante; y el riço copete

cogido en blancas lazadas,

que con las moscas de nieve

que bañan la blanca piel

iguales labores texe.

485

A su lado Fernán Gómez,

vuestro señor, en un fuerte

melado, de negros cabos,

puesto que con blanco bebe.

266r

Sobre turca jazerina,

490

peto y espaldar luziente,

con naranjada las saca,

que de oro y perlas guarnece.

El morrión que, coronado

con blancas plumas, parece

495

que del color naranjado

aquellos azares vierte.

Ceñida al braço una liga

roja y blanca, con que mueve

un fresno entero por lança,

500

que hasta en Granada le temen.

La ciudad se puso en arma;

dizen que salir no quieren

de la corona real,

y el patrimonio defienden.

505

Entróla, bien resistida;

y el Maestre a los rebeldes

y a los que entonces trataron

su honor injuriosamente,

mandó cortar las cabeças,

510

y a los de la baxa plebe,

con mordaças en la boca,

açotar públicamente.

Queda en ella tan temido

y tan amado, que creen

515

que quien en tan pocos años

pelea, castiga y vence,

ha de ser en otra edad

rayo del África fértil,

que tantas lunas azules

520

a su roja Cruz sujete.

Al Comendador y a todos

ha hecho tantas mercedes,

que el saco de la ciudad

el de su hazienda parece.

525

Mas ya la música suena:

recebilde alegremente,

que al triunfo, las voluntades

son los mejores laureles.
 

Sale[n] el Comendador y Ortuño; músicos;

Juan Rojo, y Esteban y Alonso, alcaldes.

 

(Cantan:)

|| Sea bien venido

530

el Comendadore

de rendir las tierras

y matar los hombres.

¡Vivan los Guzmanes!

¡Vivan los Girones!

535

Si en las pazes blando,

dulce en las razones.

Venciendo moricos,

fuerte como un roble,

de Ciudad Reale

540

viene vencedore;

que a Fuente Ovejuna

trae los pendones.

¡Viva muchos años,

viva Fernán Gómez!

Comendador:

545

|| Villa, yo os agradezco justamente

el amor que me habéis aquí mostrado.

Alonso:

Aún no muestra una parte del que siente.

|| Pero, ¿qué mucho que seáis amado

mereciéndolo vos?

Esteban:

                                    Fuente Ovejuna

550

y el Regimiento que hoy habéis honrado,

|| que recibáis os ruega y importuna

un pequeño presente, que essos carros

traen, señor, no sin vergüença alguna,

|| de voluntades y árboles bizarros,

555

más que de ricos dones. Lo primero

266v

traen dos cestas de polidos barros;

|| de gansos viene un ganadillo entero,

que sacan por las redes las cabeças,

para cantar vuesso valor guerrero.

560

|| Diez cebones en sal, valientes pieças,

sin otras menudençias y cezinas;

y más que guantes de ámbar, sus cortezas.

|| Cien pares de capones y gallinas,

que han dexado viudos a sus gallos

565

en las aldeas que miráis vezinas.

|| Acá no tienen armas ni caballos,

no jaezes bordados de oro puro,

si no es oro el amor de los vassallos.

|| Y porque digo puro, os asseguro

570

que vienen doze cueros, que aun en cueros

por enero podéis guardar un muro,

|| si dellos aforráis vuestros guerreros,

mejor que de las armas azeradas;

que el vino suele dar lindos azeros.

575

|| De quesos y otras cosas no excusadas

no quiero daros cuenta: justo pecho

de voluntades que tenéis ganadas;

y a vos y a vuestra casa, ¡buen provecho!

Comendador:

|| Estoy muy agradecido.

580

Id, Regimiento, en buen hora.

Alonso:

Descansad, señor, agora,

y seáis muy bien venido;

|| que esta espadaña que veis

y juncia, a vuestros umbrales

585

fueran perlas orientales,

y mucho más merecéis,

|| a ser possible a la villa.

Comendador:

Assí lo creo, señores.

Id con Dios.

Esteban:

Ea, cantores,

590

vaya otra vez la letrilla.

(Cantan:)

|| Sea bien venido

el Comendadore

de rendir las tierras

y matar los hombres.

(Vanse.)

 

[El Comendador se dirige a la Casa de la Encomienda y,

una vez en la puerta, se dirige a Laurencia y Pascuala.]

 

Comendador:

595

|| Esperad vosotras dos.

Laurencia:

¿Qué manda su señoría?

Comendador:

¿Desdenes el otro día,

pues, conmigo? ¡Bien, por Dios!

Laurencia:

|| ¿Habla contigo, Pascuala?

Pascuala:

600

Conmigo no, ¡tirte ahuera!

Comendador:

Con vos hablo, hermosa fiera,

y con essotra zagala.

|| ¿Mías no sois?

Pascuala:

                              Sí, señor;

mas no para cosas tales.

Comendador:

605

Entrad, passad los umbrales;

hombres hay, no hayáis temor.

Laurencia:

|| Si los alcaldes entraran,

que de uno soy hija yo,

bien huera entrar; mas si no . . .

Comendador:

610

¡Flores!

Flores:

                  Señor . . .

Comendador:

                                    ¿Qué reparan

|| en no hazer lo que les digo?

Flores:

Entrá, pues.

Laurencia:

                        No nos agarre.

Flores:

Entrad, que sois necias.

Pascuala:

                                                Arre,

267r

que echaréis luego el postigo.

Flores:

615

|| Entrad, que os quiere enseñar

lo que trae de la guerra.

 

[A Ortuño, aparte, mientras

se entra en la casa.]

 

Comendador:

Si entraren, Ortuño, cierra.

Laurencia:

Flores, dexadnos passar.

Ortuño:

|| ¡También venís presentadas

620

con lo demás!

Pascuala:

                        ¡Bien a fe!

Desvíesse, no le dé . . .

Flores:

Basta, que son extremadas.

Laurencia:

|| ¿No basta a vuesso señor

tanta carne presentada?

Ortuño:

625

La vuestra es la que le agrada.

Laurencia:

¡Reviente de mal dolor!

 

(Vanse.)

 

Flores:

|| ¡Muy buen recado llevamos!

No se ha de poder sufrir

lo que nos ha de dezir

630

cuando sin ellas nos vamos.

Ortuño:

|| Quien sirve se obliga a esto.

Si en algo dessea medrar,

o con paciencia ha de estar,

o ha de despedirse presto.

 

[Habitación del Palacio de los Reyes Católicos]

 

Vanse los dos salgan el rey don Fernando,

la reina doña Isabel,

Manrique y acompañamiento.

 

Isabel:

635

|| Digo, señor, que conviene

el no haber descuido en esto,

por ver [a] Alfonso en tal puesto,

y su exército previene.

|| Y es bien ganar por la mano

640

antes que el daño veamos;

que si no lo remediamos,

el ser muy cierto está llano.

Rey:

|| De Navarra y de Aragón

está el socorro seguro,

645

y de Castilla procuro

hazer la reformación

|| de modo que el buen sucesso

con la prevención se vea.

Isabel:

Pues vuestra Majestad crea

650

que el buen fin consiste en eso.

Manrique:

|| Aguardando tu licencia

dos regidores están

de Ciudad Real: ¿entrarán?

Rey:

No les nieguen mi presencia.

 

Salen dos Regidores de Ciudad Real.

 

Regidor 1°:

655

|| Católico rey Fernando,

a quien ha enviado el cielo,

desde Aragón a Castilla

para bien y amparo nuestro:

en nombre de Ciudad Real,

660

a vuestro valor supremo

humildes nos presentamos,

el real amparo pidiendo.

A mucha dicha tuvimos

tener título de vuestros;

665

pero pudo derribarnos

deste honor el hado adverso.

El famoso don Rodrigo

Téllez Girón, cuyo esfuerço

es en valor extremado,

670

aunque es en la edad tan tierno

Maestre de Calatrava,

él, ensanchar pretendiendo

el honor de la Encomienda,

nos puso apretado cerco.

675

Con valor nos prevenimos,

a su fuerça resistiendo,

tanto, que arroyos corrían

de la sangre de los muertos.

Tomó posesión, en fin;

680

pero no llegara a hazerlo,

a no le dar Fernán Gómez

orden, ayuda y consejo.

Él queda en la possessión,

y sus vassallos seremos,

685

suyos, a nuestro pesar,

a no remediarlo presto.

Rey:

¿Dónde queda Fernán Gómez?

Regidor 1°:

En Fuente Ovejuna creo,

267v

por ser su villa, y tener

690

en ella casa y assiento.

Allí, con más libertad

de la que dezir podemos,

tiene a los súbditos suyos

de todo contento ajenos.

Rey:

695

¿Tenéis algún capitán?

Regidor 2°:

Señor, el no haberle es cierto,

pues no escapó ningún noble

de preso, herido o de muerto.

Isabel:

|| Esse caso no requiere

700

ser de espacio remediado;

que es dar al contrario osado

el mismo valor que adquiere;

|| y puede el de Portugal,

hallando puerta segura,

705

entrar por Extremadura

y causarnos mucho mal

Rey:

|| Don Manrique, partid luego,

llevando dos compañías;

remediad sus demasías

710

sin darles ningún sossiego.

|| El Conde de Cabra ir puede

con vos; que es Córdoba osado,

a quien nombre de soldado

todo el mundo le concede;

715

|| que éste es el medio mejor

que la ocasión nos ofrece.

Manrique:

El acuerdo me parece

como de tan gran valor.

|| Pondré límite a su excesso,

720

si el vivir en mí no cessa.

Isabel:

Partiendo vos a la empresa,

seguro está el buen sucesso.

 

[Campo de Fuente Ovejuna]

 

Vanse todos y salen Laurencia y Frondoso.

 

Laurencia:

|| A medio torcer los paños,

quise, atrevido Frondoso

725

para no dar qué dezir,

desvïarme del arroyo;

dezir a tus demasías

que murmura el pueblo todo,

que me miras y te miro,

730

y todos nos traen sobre ojo.

Y como tú eres zagal

de los que huellan, brioso,

y, excediendo a los demás

vistes bizarro y costoso,

735

en todo lugar no hay moça,

o moço en el prado o soto,

que no se afirme diziendo

que ya para en uno somos;

y esperan todos el día

740

que el sacristán Juan Chamorro

nos eche de la tribuna

en dexando los piporros.

Y mejor sus troxes vean

de rubio trigo en agosto

745

atestadas y colmadas,

y sus tinajas de mosto,

que tal imaginación

me ha llegado a dar enojo:

ni me desvela ni aflige

750

ni en ella el cuidado pongo.

Frondoso:

Tal me tienen tus desdenes,

bella Laurencia, que tomo,

en el peligro de verte,

la vida, cuando te oigo.

755

Si sabes que es mi intención

el desear ser tu esposo,

mal premio das a mi fe.

Laurencia:

Es que yo no sé dar otro.

Frondoso:

¿Possible es que no te duelas

760

de verme tan cuidadoso

y que imaginando en ti

ni bebo, duermo ni como?

¿Possible es tanto rigor

en esse angélico rostro?

765

¡Viven los cielos, que rabio!

Laurencia:

Pues salúdate, Frondoso.

Frondoso:

Ya te pido yo salud,

268r

y que ambos, como palomos,

estemos, juntos los picos,

770

con arrullos sonorosos,

después de darnos la Iglesia . . .

Laurencia:

Dilo a mi tío Juan Rojo;

que, aunque no te quiero bien,

ya tengo algunos assomos.

Frondoso:

775

¡Ay de mí!El señor es éste.

Laurencia:

Tirando viene a algún coræo.

Escóndete en essas ramas.

Frondoso:

¡Y con qué celos me escondo!

 

Sale el Comendador.

 

Comendador:

No es malo venir siguiendo

780

un corzillo temeroso,

y topar tan bella gama.

Laurencia:

Aquí descansaba un poco

de haber lavado unos paños;

y assí, al arroyo me torno,

785

si manda su señoría.

Comendador:

Aquessos desdenes toscos

afrentan, bella Laurencia,

las gracias que el poderoso

cielo te dio, de tal suerte,

790

que vienes a ser un monstro.

Mas si otras vezes pudiste

hüír mi ruego amoroso,

agora no quiere el campo,

amigo secreto y solo;

795

que tú sola no has de ser

tan soberbia, que tu rostro

huyas al señor que tienes,

teniéndome a mí en tan poco.

¿No se rindió Sebastiana,

800

mujer de Pedro Redondo,

con ser casadas entrambas,

y la de Martín del Pozo,

habiendo apenas passado

dos días del desposorio?

Laurencia:

805

Éssas, señor, ya tenían

de haber andado con otros

el camino de agradaros;

porque también muchos moços

merecieron sus favores.

810

Id con Dios, tras vuesso corço;

que a no veros con la Cruz,

os tuviera por demonio,

pues tanto me perseguís.

Comendador:

¡Qué estilo tan enfadoso!

815

Pongo la ballesta en tierra

y a la práctica de manos

reduzgo melindres.

Laurencia:

                                          ¿Cómo?

¿Esso hazéis? ¿Estáis en vos?

 

Sale Frondoso y toma la ballesta.

 

Comendador:

[sin percatarse de la salida de Frondoso]

No te defiendas.

Frondoso:

[a parte]

                                    Si tomo

820

la ballesta ¡vive el cielo

que no la ponga en el hombro!

Comendador:

Acaba, ríndete.

Laurencia:

                              ¡Cielos,

ayúdame agora!

Comendador:

                              Solos

estamos; no tengas miedo.

Frondoso:

[dirigiéndose al Comendador]

825

Comendador generoso,

dexad la moça o creed

que de mi agravio y enojo

será blanco vuestro pecho,

aunque la Cruz me da assombro.

Comendador:

830

¡Perro, villano!

Frondoso:

                              No hay perro.

¡Huye, Laurencia!

Laurencia:

                                    Frondoso,

mira lo que hazes.

Frondoso:

                                    Vete!

 

(Vase.)

 

Comendador:

¡Oh, mal haya el hombre loco,

que se desciñe la espada!

835

Que, de no espantar medroso

la caça, me la quité.

Frondoso:

Pues, pardiez, señor, si toco

la nuez, que os he de apiolar.

Comendador:

Ya es ida; infame, alevoso,

840

suelta la ballesta luego.

¡Suéltala, villano!

Frondoso:

                                          ¿Cómo?

268v

Que me quitaréis la vida.

Y advertid que amor es sordo,

y que no escucha palabras

845

el día que está en su trono.

Comendador:

¿Pues la espa[l]da ha de volver

un hombre tan valeroso

a un villano? Tira, infame,

tira, y guárdate; que rompo

850

las leyes de caballero.

Frondoso:

Esso, no. Yo me conformo

con mi estado, y, pues me es

guardar la vida forçoso,

con la ballesta me voy.

Comendador:

855

¡Peligro extraño y notorio!

Mas yo tomaré vengança

del agravio y del estorbo.

¡Que no cerrara con él!

¡Vive el cielo, que me corro!

 

Fin del primer acto.