|
La Dorotea
Acción en prosa
1632
|
______________________________________________________________
|
|
Rimas:
A mis soledades voy
Pobre barquilla mia
A mis soledades voy
(Acto I)
A mis soledades voy,
de mis soledades vengo,
porque para andar conmigo
me bastan mis pensamientos
|
5 | No sé qué tiene la aldea
donde vivo y donde muero,
que con venir de mí mismo
no puedo venir más lejos.
Ni estoy bien ni mal conmigo;
|
10 | mas dice mi entendimiento
que un hombre que todo es alma
está cautivo en su cuerpo.
Entiendo lo que me basta,
y solamente no entiendo
|
15 | cómo se sufre a sí mismo
un ignorante soberbio.
De cuantas cosas me cansan,
fácilmente me defiendo;
pero no puedo guardarme
|
20 | de los peligros de un necio.
El dirá que yo lo soy,
pero con falso argumento;
que humildad y necedad
no caben en un sujeto.
|
25 | La diferencia conozco,
porque en él y en mí contemplo,
su locura en su arrogancia,
mi humildad en su desprecio.
O sabe naturaleza
|
30 | más que supo en otro tiempo,
o tantos que nacen sabios
es porque lo dicen ellos.
Sólo sé que no sé nada,
dixo un filósofo, haciendo
|
35 | la cuenta con su humildad,
adonde lo más es menos.
No me precio de entendido,
de desdichado me precio;
que los que no son dichosos,
|
40 | ¿cómo pueden ser discretos?
No puede durar el mundo,
porque dicen, y lo creo,
que suena a vidrio quebrado
y que ha de romperse presto.
|
45 | Señales con del juïcio
ver que todos le perdemos,
unos por carta de más
otros por carta de menos.
Dijeron que antiguamente
|
50 | se fue la verdad al cielo;
tal la pusieron los hombres
que desde entonces no han vuelto.
En dos edades vivimos
los propios y los ajenos:
|
55 | la de plata los extraños
y la de cobre los nuestros.
¿A quién no dará cuidado
si es español verdadero,
ver los hombres a lo antiguo
|
60 | y valor a lo moderno?
Dixo dios que comería
su pan el hombre primero
con el sudor de su cara
por quebrar su mandamiento.
|
65 | Y algunos, inobedientes
a la vergüenza y al miedo,
con las prendas de su honor
han trocado los efectos.
Virtud y filosofía
|
70 | peregrinan como ciegos;
el uno se lleva al otro,
llorando van y pidiendo.
Dos polos tiene la tierra,
universal movimiento;
|
75 | la mejor vida el favor,
la mejor sangre el dinero.
Oigo tañer las campanas,
y no me espanto, aunque puedo,
que en lugar de tantas cruces
|
80 | haya tantos hombres muertos.
Mirando estoy los sepulcros
cuyos mármoles eternos
están diciendo sin lengua
que no lo fueron sus dueños.
|
85 | ¡Oh, bien haya quien los hizo,
porque solamente en ellos
de los poderosos grandes
se vengaron los pequeños!
Fea pintan a la envidia,
|
90 | yo confieso que la tengo
de unos hombres que no saben
quién vive pared en medio.
Sin libros y sin papeles,
sin tratos, cuentas ni cuentos,
|
95 | cuando quieren escribir
piden prestado el tintero.
Sin ser pobres ni ser ricos,
tienen chimenea y huerto;
no los despiertan cuidados,
|
100 | ni pretensiones, ni pleitos.
Ni murmuraron del grande,
ni ofendieron al pequeño,
nunca, como yo, firmaron
parabién, ni pascua dieron.
|
105 | Con esta envidia que digo
y lo que paso en silencio,
a mis soledades voy,
de mis soledades vengo.
*
Pobre barquilla mia
(Acto III)
¡Pobre barquilla mía,
entre peñascos rota,
sin velas desvelada,
y entre las olas sola!
|
5 | ¿Adónde vas perdida?
¿Adónde, di, te engolfas?
Que no hay deseos cuerdos
con esperanzas locas.
Como las altas naves,
|
10 | te apartas animosa
de la vecina tierra,
y al fiero mar te arrojas.
Igual en las fortunas,
mayor en las congojas,
|
15 | pequeña en la defensas,
incitas a las ondas.
Advierte que te llevan
a dar entre las rocas
de la soberbia envidia,
|
20 | naufragio de las honras.
Cuando por las riberas
andabas costa a costa,
nunca del mar temiste
las ira procelosas.
|
25 | Segura navegabas,
que por la tierra propia
nunca el peligro es mucho
adonde el agua es poca.
Verdad es que en la patria
|
30 | no es la virtud dichosa,
ni se estima la perla
hasta dejar la concha.
Dirás que muchas barcas
con el favor en popa,
|
35 | saliendo desdichadas,
volvieron venturosas.
No mires los ejemplos
de las que van y tornan,
que a muchas ha perdido
|
40 | la dicha de las otras.
Para los altos mares
no llevas, cautelosa,
ni velas de mentiras,
ni remos de lisonjas.
|
45 | ¿Quién te engañó, barquilla?
Vuelve, vuelve la proa:
que presumir de nave
fortunas ocasiona.
¿Qué jarcias te entretejen?
|
50 | ¿Qué ricas banderolas
azote son del viento
y de las aguas sombra?
¿ en qué gavia descubres,
del árbol alta copa,
|
55 | la tierra en perspectiva,
del mar incultas orlas?
¿En qué celajes fundas
que es bien echar la sonda,
cuando, perdido el rumbo,
|
60 | erraste la derrota?
Si te sepulta arena,
¿qué sirve fama heroica?
Que nunca desdichados
sus pensamientos logran.
|
65 | ¿Qué importa que te ciñan
ramas verde o rojas,
que en selvas de corales
salado césped brota?
Laureles de la orilla
|
70 | solamente coronan
navíos de alto bordo
que jarcias de oro adornan.
No quieras que yo sea,
por tu soberbia pompa,
|
75 | Faetonte de barqueros
que los laureles lloran.
Pasaron ya los tiempos
cuando lamiendo rosas
el céfiro bullía
|
80 | y suspiraba aromas.
Ya fieros huracanes
tan arrogantes soplan
que, salpicando estrellas,
del sol la frente mojan.
|
85 | Ya los valientes rayos
de la vulcana forja,
en vez de torres altas,
abrasan pobres chozas.
Contenta con tus redes,
|
90 | a la playa arenosa
mojado me sacabas;
pero vivo, ¿qué importa?
Cuando de rojo nácar
se afeitaba la aurora,
|
95 | más peces te llenaban
que ella lloraba aljófar.
Al bello sol que adoro
enjuta ya la ropa,
nos daba una cabaña
|
100 | la cama de sus hojas.
Esposo me llamaba,
yo la llamaba esposa,
parándose de envidia
la celestial antorcha.
|
105 | Sin pleito, sin disgusto,
la muerte nos divorcia;
¡ay de la pobre barca
que en lágrimas se ahoga!
Quedad sobre la arena,
|
110 | inútiles escotas,
que no ha menester velas
quien a su bien no torna.
Si con eternas plantas
las fixas luces doras,
|
115 | ¡oh dueño de mi barca!,
y en dulce paz reposas.
Merezca que le pidas
al bien que eterno gozas
que adonde estás me lleve,
|
120 | más pura y más hermosa.
Mi honesto amor te obligue,
que no es digna victoria
para quejas humanas
ser las deidades sordas.
|
125 | Mas, ¡ay!, que no me escuchas.
pero la vida es corta:
viviendo, todo falta;
muriendo, todo sobra.
|